viernes, 20 de septiembre de 2013

El regreso.

Hoy, les escribo a ellas. A nosotras. Porque, profunda y sinceramente, nos lo merecemos. Y es que hemos conseguido una de las hazañas más trágicas y grandiosas de nuestros tiempos. Digo grandiosas porque, desgraciadamente, y aunque cada vez está más encubierto y soslayado, la meta exigente. Y digo trágicas porque en teoría es de las más simples, simple hasta lo ridículo dirían algunos. Trágico porque la meta, en muchos sentidos, sigue siendo una meta. Asumámoslo, señoras, lo hemos conseguido pero aún tenemos mucho trabajo por delante. ¿De qué objetivo hablo? Es sencillo. De ser mujeres.

Ponerse a escribir sobre el feminismo puede parecer superfluo, en un mundo azotado por el hambre, la desigualdad socioeconómica, la contaminación, la corrupción y, últimamente, la crisis económica -por citar unos pocos. Lo siento por aquellos que me hayan calificado de revolucionaria exaltada en sólo unos párrafos, pero esto, a pesar de todo, es importante. Y es que estamos hablando de los problemas con los que se encuentra el 50% de la población de nuestro simpático planeta simplemente por haber nacido con dos cromosomas X. Un 50% de la población históricamente aplastado y ninguneado por las viles pezuñas del patriarcado. Sin embargo, el mensaje que pretendo trasmitir aquí es bien diferente: chicas, hay esperanza. Y no hablo de un futuro hipotético, nebuloso, donde todos seremos hermanitos y daremos saltos cogidos de las manos por idílicos y bucólicos prados. No. Está a nuestro alcance. Eso sí, toca ponerse manos a la obra. Creo que un primer paso esencial -o casi- es leerse al menos un par de capítulos de Cómo ser mujer, de Caitlin Moran. No vamos a estar todas 100% de acuerdo con todo lo que dice, para qué negarlo. Pero sí tiene razón en una cosa. Para ponernos firmes y serias, para pasear nuestros XX y úteros con seguridad por el mundo, primero tenemos que mirarlo de frente, buscarle las cosquillas y gritarle ¡JÁ! al machismo con despreocupación y buen rollo. Podemos con ello. En definitiva, Cómo ser mujer aporta una nueva perspectiva al feminismo. Algo aparentemente tan tonto como el sentido del humor. Empezando por su forma más sana: reírse de uno mismo.

Siempre he dicho que el que aprende a reírse de sí mismo nunca jamás se aburrirá. Y probablemente vivirá más años. Y con más arrugas de las buenas, y brillito en los ojos. Así que hoy, chicas -y chicos, por supuesto, en la lucha por la igualdad vamos con, y no a por vosotros-, coged aire, echad la cabeza hacia atrás y reíros hasta que duela de la absurda cantidad de tiempo y dinero que no pulimos en depilación, de los vestidos que no podemos ponernos cuando estamos solas en casa porque tienen una diabólica cremallera en la espalda, de los clichés ridículos y pleistocénicos, de los altibajos hormonales y de la gente que intenta vendernos un modelo de mujer en el que no creemos por el simple motivo de que no es sano. Y, ya que estamos, coged aire para seguir hacia delante. Por difícil que parezca. Por muy lejos que quede la meta. Porque cuando no podamos más, entonces lo podremos todo.

martes, 3 de septiembre de 2013

Incógnito

Hoy escribo con miedo. Todo por culpa de mi vestido amarillo. Lo llevo encantada, pega con todo y disimula que este verano -como todos los veranos, para qué mentir- no he conseguido ponerme decentemente morena.




PERO. 
Pero ha habido tres personas que me han dicho "¡Ohhhhh, eres un limoncillo!". Creo que han descubierto mi identidad secreta...