domingo, 20 de octubre de 2013

Antiplaylist

Unas veces se gana y otras, se aprende. Todo el mundo ha pasado por alguna relación que, aunque la empezamos con toda la ilusión de este mundo, de este y de todos los universos paralelos que te puedas imaginar, acaba en desastre nuclear, zona cero, por favor, ayuda humanitaria y solidaridad para con los afectados. De estas que te sorprendes cuando pones el telediario y ves que el gobierno no ha mandado un comunicado de condolencias.
De estas en las que escuchas la música más triste del mundo. Aquí y ahora, quiero proponer una alternativa a esas playlists lacrimógenas que todos hemos tenido.



50 ways to say goodbye - Train. Digamos que esta me gusta, aunque sea un plagio total de "El fantasma de la ópera", porque le da un toque de optimismo brutal a una situación asquerosa. Por favor, he visto pocas canciones con mejor rollo que esta, y además plasma una idea interesante: cualquier mecanismo de defensa es mejor que pasarte la vida llorando. Aunque tengas que mentir a David Hasselhoff.



Songs about your girlfriend - Los campensinos! Ajá. Para empezar, la máscara del 0:47 te mira dentro del alma. Sólo por eso ya merece estar en la playlist. 



Miau - Love of lesbian. "¿Cómo es mi vida sin ti? Pues sin ti, sí que es vida." Dato importante: con la gente tóxica, como con los vertidos radiactivos. Sellado hermético y a dormir bajo toneladas de hormingón. Y a recuperarse, que tu culazo lo vale.



Circus - Virginia Labuat. La primera vez que escuché esto, decidí que algún día escribiría algo (una canción, un epitafio, lo que sea) con tan mala leche y tanta elegancia como la Labuat. Ajá, quiero aprender a estar enfadada sin perder el flow. And kiss my ass goodbye.


Dog days are over - Florence and the Machine. Qué decir. Esta joyita es mi tono de llamada desde hace bastante, y probablemente una de las canciones que más escucho cuando no quiero pensar. Reúne algunos de los ingredientes más importantes para superar una ruptura: ritmo, energía y gente disfrazada, dando palmas y explotando. Básicamente lo que tu cerebro registrará durante una noche loca con tus amigas y una botella de Lambrini. Una grande.



Turnedo - Iván Ferreiro ft Xoel López. Bueno, esta tiene su historia. La primera vez que la escuché decidí que de mayor quería ser gallega, y que quería tener valor para marcharme. De momento, mi único galleguismo consiste en un par de amigas (pero vaya par, vaya vaya vaya par) y una perturbadora afición al vino blanco. Y aún espero que me llegué aquel paquete de valor para marcharme que encargué por SEUR. Esta, y no otra, es la BSO de la historia de mi frustración.


Se nos iba la vida - Quique González. Con esta cierro la playlist. De momento. Simplemente para demostrar que si Quique González puede escribir una canción no-triste, nosotros, todos, también podemos vivir así.




PD: Mou, te dije que volvería. "En lo más profundo de la noche, confiésate que morirías si te prohibieran escribir".

viernes, 20 de septiembre de 2013

El regreso.

Hoy, les escribo a ellas. A nosotras. Porque, profunda y sinceramente, nos lo merecemos. Y es que hemos conseguido una de las hazañas más trágicas y grandiosas de nuestros tiempos. Digo grandiosas porque, desgraciadamente, y aunque cada vez está más encubierto y soslayado, la meta exigente. Y digo trágicas porque en teoría es de las más simples, simple hasta lo ridículo dirían algunos. Trágico porque la meta, en muchos sentidos, sigue siendo una meta. Asumámoslo, señoras, lo hemos conseguido pero aún tenemos mucho trabajo por delante. ¿De qué objetivo hablo? Es sencillo. De ser mujeres.

Ponerse a escribir sobre el feminismo puede parecer superfluo, en un mundo azotado por el hambre, la desigualdad socioeconómica, la contaminación, la corrupción y, últimamente, la crisis económica -por citar unos pocos. Lo siento por aquellos que me hayan calificado de revolucionaria exaltada en sólo unos párrafos, pero esto, a pesar de todo, es importante. Y es que estamos hablando de los problemas con los que se encuentra el 50% de la población de nuestro simpático planeta simplemente por haber nacido con dos cromosomas X. Un 50% de la población históricamente aplastado y ninguneado por las viles pezuñas del patriarcado. Sin embargo, el mensaje que pretendo trasmitir aquí es bien diferente: chicas, hay esperanza. Y no hablo de un futuro hipotético, nebuloso, donde todos seremos hermanitos y daremos saltos cogidos de las manos por idílicos y bucólicos prados. No. Está a nuestro alcance. Eso sí, toca ponerse manos a la obra. Creo que un primer paso esencial -o casi- es leerse al menos un par de capítulos de Cómo ser mujer, de Caitlin Moran. No vamos a estar todas 100% de acuerdo con todo lo que dice, para qué negarlo. Pero sí tiene razón en una cosa. Para ponernos firmes y serias, para pasear nuestros XX y úteros con seguridad por el mundo, primero tenemos que mirarlo de frente, buscarle las cosquillas y gritarle ¡JÁ! al machismo con despreocupación y buen rollo. Podemos con ello. En definitiva, Cómo ser mujer aporta una nueva perspectiva al feminismo. Algo aparentemente tan tonto como el sentido del humor. Empezando por su forma más sana: reírse de uno mismo.

Siempre he dicho que el que aprende a reírse de sí mismo nunca jamás se aburrirá. Y probablemente vivirá más años. Y con más arrugas de las buenas, y brillito en los ojos. Así que hoy, chicas -y chicos, por supuesto, en la lucha por la igualdad vamos con, y no a por vosotros-, coged aire, echad la cabeza hacia atrás y reíros hasta que duela de la absurda cantidad de tiempo y dinero que no pulimos en depilación, de los vestidos que no podemos ponernos cuando estamos solas en casa porque tienen una diabólica cremallera en la espalda, de los clichés ridículos y pleistocénicos, de los altibajos hormonales y de la gente que intenta vendernos un modelo de mujer en el que no creemos por el simple motivo de que no es sano. Y, ya que estamos, coged aire para seguir hacia delante. Por difícil que parezca. Por muy lejos que quede la meta. Porque cuando no podamos más, entonces lo podremos todo.

martes, 3 de septiembre de 2013

Incógnito

Hoy escribo con miedo. Todo por culpa de mi vestido amarillo. Lo llevo encantada, pega con todo y disimula que este verano -como todos los veranos, para qué mentir- no he conseguido ponerme decentemente morena.




PERO. 
Pero ha habido tres personas que me han dicho "¡Ohhhhh, eres un limoncillo!". Creo que han descubierto mi identidad secreta...


miércoles, 28 de agosto de 2013

Ad infinitum

Un día -uno de tantos días-, B. (sí, mi amiga B., mi pez favorito) estábamos dedicándonos a hacer el subnormal y de ahí salió una de nuestras frases de amor puro para recordar: "si tú me dices ven, me tropiezo con las bragas". Ya ves, somos así, pero a pesar de todas las barreras que suponen nuestras respectivas deficiencias mentales, nos queremos un montón. Y hoy, también aquí, la cosa va de amor.



Desde que escuché esta canción tengo la impresión de que para que una historia de amor salga adelante, hace falta una azotea. Aunque sea una metafórica, me conformo con eso. Una azotea para asomarte y ver el mundo como no lo habías visto jamás, en modo skyline panorámico, salvaje, expandido hacia el horizonte, arquitectónico y brutal. Para lanzar tus ideas a volar, pero a volar hacia el cielo, nunca de cabeza a la calle (que para eso una ventana también sirve, y yo lo que quiero es que me dé bien el aire). Una azotea para saber que tienes opción de tirarte al vacío si en algún momento lo necesitas. Aunque en realidad vas a usarla sobre todo para poner en el borde de la cornisa todo lo que te estorba y dejarle elegir: o conmigo en tierra firme, o del piso 12 a la acera en caída libre. Que eso de que "si no puedes ayudar, estorba: lo importante es participar" es mentira. En la azotea que tengo en la cabeza solamente cabe lo bueno. 
Especialmente los domingos.

jueves, 22 de agosto de 2013

Diamonds are a girl's best friend




Apenas me quedan diez días de verano, pero pienso aprovecharlos a fuego. Así que he decidido pintarme las uñas de colores absurdos, ponerme sandalias con cristalitos brillantes, beber toda la cerveza fresquita que pueda, escuchar música divertida. Como ¿Ahá, han vuelto?. Aunque ahora mismo estoy atravesando una pequeña crisis con Lori, tenía pensado ir a verles a Gijón este fin de semana pero las cosas se han torcido y prefiero no pensar en ellos para que no duela tanto (sollozo limonero).
De momento ya he encontrado un proyectito para rellenar los últimos días de vacaciones (gracias a B., mi pez favorito. Si lo lees, recuerda que serás célebre por tu prosa pseudoromántica, siempre con mucho ritmo). Sólo diré que incluye mucha musiquita, y por supuesto, de la buena. De la que suena bien y tiene historia detrás, delante y alrededor. Seréis informados.
¡Saludos de helado!

lunes, 12 de agosto de 2013

Drama

Todos, absolutamente todos tenemos una madre. Por suerte o por desgracia solamente es una (imagínate tener a ocho señoras llamándote para preguntarte si te has abrigado bien los riñones porque ha salido viento de norte... Creo que la mente humana no está preparada para resistir tanto). Sí, sólo una, pero muchas veces esa una basta para ponerte de los nervios y darte la sensación de que tu vida es una bomba de relojería a punto de explotar por tus múltiples desastres congénitos (más de uno atribuido a que "no tienes remedio: saliste a tu padre").

Yo soy una de esas hijas que han leído este fantástico libro y lo han blandido delante de su madre al grito de : ¡¿ves, mamá?! ¡¡No estoy loca, hay más niñas que dicen que lo negro del plátano está asqueroso!! Tanto el libro como el blog del que parte son total y absolutamente recomendables. Gracias, Amaya Ascunce.



martes, 6 de agosto de 2013

Maki... Messer

Después de medio verano diciendo "Oh Dios mío, ¡¿podré permitirme ese helado enorme y delicioso recubierto de chocolate?!" he llegado a dos conclusiones.

1. DA IGUAL. ¿Te apetece un helado? Pues te lo comes, amiga, ni tú ni nadie ha nacido con la misión de contar calorías. Es aburrido, deprimente, frustrante, absurdo y además te impide disfrutar tanto de comer como del deporte (¿a quién no le suena la neurosis de "hoy tengo que salir a correr el doble de tiempo porque ayer cometí el imperdonable pecado de cenar algo que no eran proteínas"? Sal a correr, claro que sí, pero porque te gusta tu cuerpo, no porque lo odias).


2. Sí, ahora llega la panda de histéricos con las venas del ojo dilatadas y los músculos faciales crispados que me preguntan con una voz dos octavas más alta de lo habitual: "¿pero y tu salud? ¡¿QUÉ HAY DE TU SALUD?! ¡No querrás morir joven por un tapón de colesterol!". Pues no, no quiero, creo que nadie quiere. A esa gente les digo: HAY ALTERNATIVAS. Ayer descubrí una y se llama sushi. Desde luego, los japoneses lo tenían bien pensado. Está rico, es sano y tampoco te deja los bolsillos en carne viva. Así que al próximo pesado que tenga intención de darme la brasa con mi cifra de LDL o los kilos que marca la báscula pienso clavarle un palillo y rebozarlo en salsa de soja. 

Que nadie te impida disfrutar.



sábado, 3 de agosto de 2013

LvB

No sé qué tiene agosto, pero es pasar el día 1 y me pongo muy pacifista. Todo puede funcionar, todo va a salir bien, sólo hay que hacer un pequeño esfuerzo. Piano piano. Por eso, nada más empezar el mes siempre me acuerdo de Daniel Barenboim y de una de sus ideas geniales, la West-Eastern Divan Orchestra




Hoy podemos conseguir que haya jóvenes músicos árabes, israelitas y palestinos dándolo todo sin importar dónde hayan nacido, en qué creen, qué opinan de uno de los conflictos más desgarradores y con peor pinta de la historia. Y además hacen cosas tan bonitas como esta versión de la 9ª de Ludwig Van:




Podría decir mil cosas sobre esta gente y este tipo de iniciativas, pero me parece que hablan por sí solas:






miércoles, 31 de julio de 2013

De parte de Alex Turner

Antes de nada quisiera decir que musicalmente soy una persona muy ecléctica. O, hablando en plata, jodidamente friki. Soy capaz de darlo todo con Metallica, Tchaikovsky, Carole King, Vetusta Morla, Bela Bartók o Dudamel. Sin distinción, me da igual todo. Porque no existe la música clásica, no existe el rock, no existe eso que hemos dado en llamar "indie". Existen la música buena, y la música mala. Y ya. Lo que cae en la primera categoría, adelante: báilalo, cántalo en la ducha hasta que tu vecino intente hacerte callar a fuerza de escobazos contra el tabique, apréndetelo de memoria. Lo que cae en la segunda... Coge aire, cierra los oídos y piensa en otra cosa. La parte buena de las canciones horribles es que, como todo en la vida, terminan.

Todo esto viene a cuento de una canción que cae en la primera categoría y que me tiene totalmente obsesionada. Ahí la tenéis: Do I wanna know, de mis amados e idolatrados Arctic Monkeys.


Y ahora entremos en el meollo de la cuestión. Si escuchas esto y te sientes identificado, haz lo siguiente. Pon los pies en alto y sírvete un gin-tonic: te lo has ganado. Porque acabas de darte cuenta de que te has enamorado, y eso, amigo mío, hay que celebrarlo (de ahí el gin-tonic. Lo siento, tiendo a desconfiar de la gente que festeja los acontecimientos importantes de su vida con zumo de frutas). Vas a perder la cabeza, los nervios, la paciencia, vas a mandar a pastar todas aquellas veces que te dijiste "paso de moñadas", y a nada que tengas un poco de suerte vas a ser tan absurdamente feliz que no vas a encontrar modo de creértelo. Estás dispuesto a regalarle a alguien lo mejor que le puedes dar: a ti mismo. 
A todos los que hoy han leído esto y ahora mismo están buscando su botella de Larios, sólo puedo deciros una cosa. Os aplaudo

martes, 30 de julio de 2013

Dormir es de débiles.

Nunca fui de siestas, ya desde pequeña. Me gustaba más echar esas horas muertas en las que en casa todos se dedicaban a aplatanarse en el sofá en leer, escuchar música y preguntarme qué mierdas hacía toda esa gente durmiendo de día. "Oh, vaya, creo que papá y mamá se han convertido en vampiros nocturnos y ahora que da el sol se tienen que ir a dormir. Voy a buscar ajo...". Sí, una niña muy normal.
Hoy sigo igual. No, ya me he dado cuenta de que papá y mamá no son vampiros, gracias, aunque eso explicaría de dónde he sacado ese tono de piel tipo papiro tan maravillosamente cadavérico que gasto. Pero sí, sigo leyendo en modo obseso. Y eso me ha llevado a descubrir un libro muy simpático que me gustaría compartir.




En principio es la típica novela policíaca, pero además de muertos, tiene unas descripciones geniales de los paisajes, tradiciones y leyendas del valle del Baztán, que, para los que no lo conozcáis, debería estar en el top ten de los sitios más bonitos y refrescantes en la superficie de nuestro giratorio planeta. 
Felices siestas.

lunes, 29 de julio de 2013

En el colegio nos llevaron a plantar un árbol, y hace poco adopté una piedra para que no se pierda mi apellido. Lo de escribir un libro ya me da más pereza, así que me he abierto un blog.