martes, 6 de agosto de 2013

Maki... Messer

Después de medio verano diciendo "Oh Dios mío, ¡¿podré permitirme ese helado enorme y delicioso recubierto de chocolate?!" he llegado a dos conclusiones.

1. DA IGUAL. ¿Te apetece un helado? Pues te lo comes, amiga, ni tú ni nadie ha nacido con la misión de contar calorías. Es aburrido, deprimente, frustrante, absurdo y además te impide disfrutar tanto de comer como del deporte (¿a quién no le suena la neurosis de "hoy tengo que salir a correr el doble de tiempo porque ayer cometí el imperdonable pecado de cenar algo que no eran proteínas"? Sal a correr, claro que sí, pero porque te gusta tu cuerpo, no porque lo odias).


2. Sí, ahora llega la panda de histéricos con las venas del ojo dilatadas y los músculos faciales crispados que me preguntan con una voz dos octavas más alta de lo habitual: "¿pero y tu salud? ¡¿QUÉ HAY DE TU SALUD?! ¡No querrás morir joven por un tapón de colesterol!". Pues no, no quiero, creo que nadie quiere. A esa gente les digo: HAY ALTERNATIVAS. Ayer descubrí una y se llama sushi. Desde luego, los japoneses lo tenían bien pensado. Está rico, es sano y tampoco te deja los bolsillos en carne viva. Así que al próximo pesado que tenga intención de darme la brasa con mi cifra de LDL o los kilos que marca la báscula pienso clavarle un palillo y rebozarlo en salsa de soja. 

Que nadie te impida disfrutar.



No hay comentarios:

Publicar un comentario