miércoles, 28 de agosto de 2013

Ad infinitum

Un día -uno de tantos días-, B. (sí, mi amiga B., mi pez favorito) estábamos dedicándonos a hacer el subnormal y de ahí salió una de nuestras frases de amor puro para recordar: "si tú me dices ven, me tropiezo con las bragas". Ya ves, somos así, pero a pesar de todas las barreras que suponen nuestras respectivas deficiencias mentales, nos queremos un montón. Y hoy, también aquí, la cosa va de amor.



Desde que escuché esta canción tengo la impresión de que para que una historia de amor salga adelante, hace falta una azotea. Aunque sea una metafórica, me conformo con eso. Una azotea para asomarte y ver el mundo como no lo habías visto jamás, en modo skyline panorámico, salvaje, expandido hacia el horizonte, arquitectónico y brutal. Para lanzar tus ideas a volar, pero a volar hacia el cielo, nunca de cabeza a la calle (que para eso una ventana también sirve, y yo lo que quiero es que me dé bien el aire). Una azotea para saber que tienes opción de tirarte al vacío si en algún momento lo necesitas. Aunque en realidad vas a usarla sobre todo para poner en el borde de la cornisa todo lo que te estorba y dejarle elegir: o conmigo en tierra firme, o del piso 12 a la acera en caída libre. Que eso de que "si no puedes ayudar, estorba: lo importante es participar" es mentira. En la azotea que tengo en la cabeza solamente cabe lo bueno. 
Especialmente los domingos.

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